Confesiones



...Oh Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,que, por voluntad del Padre y con la cooperación del Espíritu Santo, diste la vida al mundo por tu muerte: librame, por tu sagrado Cuerpo y Sangre de todas mis iniquidades y de todos los demás males, y haz que cumpla siempre tus mandamientos y no permitas que jamás me aparte de Ti, quien siendo Dios, vives y reinas con el mismo Dios Padre y con el Espíritu Santo, Por los siglos de los siglos. así sea...

El sacerdote levanta la vista y recorre, desanimado, con la mirada su despoblada Iglesia. Un puñado de fieles lo acompañan, como cada domingo, religiosamente. Cada vez menos.

Las lluvias que han castigado a Tegucigalpa estos días no han ayudado demasiado a que la gente se acerque a celebrar la misa. Sin embargo, íntimamente, él sabe que no son factores climáticos los que alejan a la gente de la casa de Dios. ¿Sino como se explica que a dos cuadras de la Iglesia de San Francisco, en la Iglesia Universal del Reino de Dios, no quepa un alma?.

Los nunca mejor llamados fieles se acercan a recibir el cuerpo de Cristo. Mecánicamente, el sacerdote les entrega las hostias a sus devotos seguidores mientras recita, con desgano, palabras de esperanza.

Tras tener que escuchar por enésima vez a la señora Consuelo y a su colección de pequeñas tragedias, cierra finalmente las puertas de la Iglesia. Una a una va apagando las velas que adornan e iluminan las figuras de todos los Santos. La iglesia va quedando en penumbras, como su alma cansina.

En el altar levanta la copa y bebe lo que ha quedado de la sangre de Cristo. Disimuladamente, como temiendo ser observado, vuelve a llenarla y vuelve a vaciarla. Así tres veces mientras observa con cierto resentimiento al Cristo clavado en su cruz. Afuera llueve torrencialmente y, sin embargo, la gente sigue llegando, para su desilusión, a la Iglesia Universal del Reino de Dios.

¿Que estamos haciendo mal? - le pregunta al Cristo. ¿Porqué la gente nos ha dado la espalda? ¿eh?. Dime. ¿Porqué van, enceguecidos, en busca de un milagro con la gente de esas sectas? ¿Ya no creen en ti o eres tú el que ha dejado de creer en nosotros?Dime. Por favor dime.

Cansado de esperar una respuesta, el sacerdote se retira a su habitación buscando algo de la paz que no lo ha rodeado todo este tiempo.

Su sueño se ve rápidamente interrumpido por un ruido infernal que parece provenir de la nave de la iglesia. Primero el sonido del metal contra el suelo. Estruendo que se repite en tres oportunidades. Luego un crujido y luego el silencio.

A la mañana siguiente el sacerdote, cansado de la ceremonia en la que se ha transformado su vida, demora unos minutos mas en levantarse de su cama. Impulsado por la energía que derrochan los tres fieles que todavía lo acompañan, se levanta y anda.

Comienza a encender una a una las velas, como todos los santos días. Al llegar a su altar y al pie de la cruz encuentra tres clavos de hierro. Levanta la mirada y , atónito, contempla que el Cristo ya no estaba en su cruz.

Él también ha dejado de creer en nosotros.

Comentarios

  1. Buena lectura y muy real.
    Creo que las "sectas" como le dice el cura, no son tan convencionales. Mas permisivas, con una comunicación entre el que imparte la misa (pastor) y los fieles, mas coloquial.
    Mucho de religión no sé pero tengo recontra escuchado y visto que es una cuestión de Fe.
    Bueno...parece ser que en tu relato, es más bien una cuestión de pruebas. De ambas partes.
    Saludo.

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