El mensajero


La noticia estaba en la primera plana de todos los diarios del mundo. No podía ser de otra manera. No todos los días se producen avistamientos de naves extraterrestres como ocurrió el 16 de marzo de 2035. Toda especulación acerca de estar solos en el universo se desplomó como un castillo de naipes con la llegada de las primeras naves.

El cielo, con el correr de los días, se transformó en una coreografía fantástica de luces. Los memoriosos lo comparaban con el cielo de Baghdad durante la segunda guerra del golfo o con las incontables incursiones israelies a Gaza.

Aquí abajo las cosas estaban tan movidas como en el firmamento. Los lideres del mundo se reunían en la ONU para analizar los pasos a seguir ante una eventual actitud belicosa por parte de los visitantes. El Vaticano era una hoguera. El Papa se había reunido con los cardenales. Ninguno sabía bien como proceder ante algo que no estaba en el libreto o mejor dicho en el librito.

La humanidad se enfrentaba a lo desconocido y al nacimiento de un cambio de paradigma como nunca antes había sucedido en los años que el hombre llevaba en la tierra.

Como ocurre con las visitas que llegan de sorpresa, no había habido ningún mensaje, ninguna señal, ningún gesto que anunciara el arribo de las naves.

Y así fue durante 6 días y 5 noches.

Así fue hasta que el día se hizo noche y el cielo, que a esta altura parecía un árbol navideño, le cedió su lugar a una nave de mas de cien kilómetros de diámetro que podía divisarse desde cualquier rincón del planeta.

La locura fue generalizada. La gente saqueaba supermercados en busca de provisiones. Los presidentes seguían sin ponerse de acuerdo en el "operativo de bienvenida". Los norteamericanos optaban por lanzar cuanto misil tuvieran para no ir contra sus principios en materia de política de negociación. El resto de los países preferían medidas menos radicales. En el Vaticano las cosas no estaban mucho mejor. El Papa había sufrido un colapso nervioso y su frágil corazón le dijo basta. Los cardenales sabían que lo que estaba sucediendo atentaba contra los principios que habían erigido a la Iglesia como intermediaria de Dios en la tierra. Donde estaba el Creador cuando tanto lo necesitaban?.

Caos. A la tierra la habían sacudido como a una granja de hormigas. Anarquía. La única ley vigente era la de la gravedad y no se sabía por cuanto tiempo.

Finalmente el 23 de marzo, como no lo había anunciado ningún profeta, se estableció el primer contacto.

El mensaje fue transmitido por televisión, en cadena internacional y duró exactamente 14 segundos. "Humanos, venimos en paz a traerles una enseñanza. Un mensaje que no deben desoír ya que es la llave hacía vuestra evolución y sobrevida. Uno de ustedes recibirá el anuncio y será el mensajero de la humanidad toda."

La transmisión se interrumpió y los televisores retomaron su programación habitual.

El desconcierto era mayúsculo y la calma estaba muy lejos de reestablecerse. Los cardenales, como queriendo mirar para otro lado, estaban recluidos y reunidos en búsqueda de el sucesor de Pío XXXV, el Papa negro. De las chimeneas de la Plaza de San Pedro no salía humo blanco y tampoco nadie parecía preocuparse demasiado al respecto. La única revelación que tenía en vilo a la humanidad era la de la elección del portavoz. Nadie sabía con exactitud donde y quien sería el elegido. Quien tendría la titánica responsabilidad y el descomunal compromiso de ser el mensajero?.

El 25 de marzo, a media tarde hora del este de los Estados Unidos, se develó el misterio. Precedido de una actividad frenética en el firmamento, una luz intensa se posó sobre una pequeña cabaña en Iveyville, al norte de Kansas City, Missouri.

Los helicópteros de los medios locales tardaron en llegar menos que el ejercito. En cuestión de minutos la invasión de reporteros, soldados y curiosos fue absoluta.
La CNN transmitía en vivo con primeros planos de la propiedad del elegido. Los vecinos no tardaron en brindar información acerca del dueño de la propiedad. Del hombre del momento. Todo era confusión. Se habló primero de un hombre de unos 35 años que había servido a la patria en la tercera invasión a Iraq. Luego se dijo que en realidad el dueño era un hombre de cuestionable moral. Annie Lee, la vecina de enfrente, no dudó en calificarlo de "homosexual y drogradicto". Que si se llamaba Joe o John. Que si era gay o veterano de guerra. O las dos cosas. Los medios solo llevaban confusión mientras tenía lugar el encuentro. Desinformación. Desorden. Caos.

De repente la luz que envolvía la casa se apagó. Durante exactamente quince minutos John o Joe o Jim había estado reunido con los visitantes para recibir "el anuncio".
La tensión crecía. Era palpable. Los periodistas, los soldados y los curiosos se iban acercando a la puerta de la morada. Ansiosos. Desesperados por saber cual era el mensaje. Cada uno de los habitantes de esta tierra estaba hipnotizado delante de su televisor o de su radio a la espera de las primeras noticias de lo que los medios habían bautizado, El Mesías.

La puerta se abrió con dificultad. La escasa luz que provenía del interior de la casa hacía dificultoso descubrir la identidad del mensajero. Su andar era lento y algo torpe. Como el de las personas mayores. Su rostro reflejaba un visible desconcierto.
Las cámaras se avalanzaron. Los microcrofonos se agolparon delante de su aún pálido rostro. Balbuceó unas palabras incoherentes. Mas bien parecían gruñidos. Nada de lo que salía de sus labios tenía sentido. La impaciencia por conocer el mensaje era cada vez mas insoportable. Sin embargo "el Mesías" seguía impávido y mudo frente a las cámaras, frente a la humanidad toda. Y así sería inexorablemente.

John S. Rivers había servido al ejercito norteamericano en la tercera invasión a Irak en 2023, en el segundo pelotón del cuerpo de infantería. Una noche en Baghdad, en lo que quedaba de ella, en un puesto de control fue víctima de una explosión de un coche bomba que casi le cuesta la vida. Estuvo internado varios meses hasta que lo enviaron de regreso a Missouri. Logró recuperar, después de mucho tiempo, la capacidad de volver a caminar. El único recuerdo que le dejó la guerra, además de una medalla al valor, fue una sordera de la que nunca pudo recuperarse.

Comentarios

  1. Excelente.

    Lo único que agregaría es un agregado, valga la redundancia, a la sigla de CNN: para el 2035 esa empresa sea probablemente una multimedia que mezcle Clarín-CNN-Fox-Nissan-Pepsi(y alguna petrolera de Chavez, por que no) y la sigla sería algo así como CFNPE-bolivariana.

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  2. Muy muy bueno !!!
    A fuerza de ser sincera, te diré que terminé de leerlo y me salió una carcajada, jajjajajjajjaja !!!
    Le dieron un mensaje a un sordo !!!!!
    Jajajjajaja, Dios le da pan al que no tiene dientes.
    Y bueno....pobre humanidad...no?

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