Lista de espera


Quiso el destino, el creador, la suerte o quien ustedes consideren santo de vuestra devoción, que a Juan Perez le fallara el corazón. Justo el día del casamiento de su hijo mayor. Un verdadero aguafiestas. Estaban por bailar el insoportable vals y ya traspiraba profusamente. Era casi desagradable ver como su camisa se empapaba en sudor ante la atenta e incomoda mirada de su señora esposa, Mirta, que pensaba en lo mal que saldría eso en las fotos de la fiesta. Como si su ridículo vestido rojo fuera a marcar tendencia.

Los Perez eran lo que la Real Academia Española define como unos reverendos hijos de puta. Gente sin códigos ni escrúpulos. Gente que, a pesar de llenar un salón con 250 personas para el casamiento, no tenían un sólo amigo. Así de mierda eran los Perez. De todos, Juan era, sin dudas, la lacra mayor. Un narco de segunda venido a menos. Un hombre que nunca ganó un peso honradamente y que cargaba encima con una colección de viudas y huérfanos.

La justicia divina ya lo había notificado por carta documento un par de meses atrás cuando le agarró un fuerte dolor en el pecho. Juan, agobiado por sus actividades delictivas, hizo caso omiso, no dio acuse de recibo y siguió profesando una vida de excesos. Hasta ese momento.

Cayó redondo sobre la mesa dulce. Los gritos de desesperación se multiplicaban y se iban propagando como el fuego a lo largo y a lo ancho del inmenso salón. Nunca se supo si estos respondían al infarto de Perez o al hecho que, el muy hijo de puta, había dejado sin postre a 250 personas. 249. El no iba a comer mas nada.

Javier, hijo del hijo de puta, no salía de su asombro. Muchísimo menos Fernanda, su flamante esposa, que había sufrido una lipotimia y había sabido caer, para fortuna de los presentes, en los brazos de su padre. El DJ, quien había tenido que ir de urgencia al baño por una inminente descompostura estomacal, dejó programada la música y jamas se enteró del escándalo. Mientras la gente, consternada, no sabía si seguir comiendo o retirarse, se escuchaba de fondo a Rafaela Carrá aullando "Fiesta...que fantástica, fantástica esta fiesta...". Irónico.

La ambulancia llegó cuando los mozos, con movimientos sincronizados dignos de el lago de los cisnes, retiraban, apurados y para desgracia de los invitados, los platos de las mesas. El DJ volvió mas aliviado del baño y desconectó los parlantes antes del carnaval carioca. La fiesta había dejado de serlo hacía un rato largo. Los invitados se acercaban a saludar a Mirta Perez como quien le da sus condolencias a la viuda. Los novios lloraban desconsolados. No por la suerte de Juan sino por la mala suerte suya. Meses y meses preparando la fiesta para que en catorce segundos se les vaya todo por el retrete (incluido a Juan).

Camino al hospital lograron reanimarlo y estabilizarlo tras practicarle mas maniobras que las que ilustra el mismísimo Kamasutra. Mirta, la mujer, lloraba. Nunca se supo si de alegría por ver a su querido esposo recuperar el color de su rostro o de tristeza por ver como se alejaba, rauda y al galope, la fantasía de heredar el imperio de Juan.

En el salón, una vez levantados los postres de la mesa dulce que habían pasado a decorar la pista de baile, Fernanda, recuperada de su desmayo, y presa de un brote psicótico, cerró las puertas del salón de fiestas, sin dejar salir a los invitados. "De aquí no sale nadie" gritó mientras le salía espuma por la boca y fuego por los ojos. "Esto recién empieza" continuó.

Javier ,hijo del hijo de puta, no sabía si reír o llorar. De la bandeja de uno de los mozos ,que creía haber visto todo en la vida hasta ese día, arrancó una botella de champagne. La besó como nunca besó a su mujer y bebió, sin respirar, hasta la ultima gota. Acto seguido arrojó la botella contra su pastel de bodas y arrancó de cuajo a los muñequitos de los novios. No conforme con el espectáculo dantesco, sustrajo del bolsillo de su smoking un revolver calibre 38 y, cariñosamente y hasta con un dejo de erotismo, se lo introdujo en la boca al DJ. "Vamos a bailar" le susurró al oído al DJ, que para ese entonces se había orinado encima, dos veces. Nunca en la historia de las fiestas de casamiento tanta gente bailó e hizo tan prolija la coreografía de YMCA de los Village People.

En el hospital otro era el baile. Juan extrañado por la ausencia de su hijo Javier se escarbaba la nariz. Mirta, afuera, hablaba con el cardiólogo.

- Señora, su marido necesita con urgencia un transplante. Su presión arterial está descontrolada y no sabemos a ciencia cierta cuanto logre aguantar.

Mirta se mordió tan fuerte el labio para no reírse que se cortó la lengua. Tragó su sangre y con esfuerzo convenció a las glándulas lacrimales para que expulsen un par de gotas. Dos lágrimas recorrieron su operado rostro.

- Su marido está en lista de espera para recibir un corazón, un hígado, un riñón y parte de los intestinos.

A Mirta se le hizo agua la boca. Tantas achuras juntas le abrieron el apetito y le hicieron recordar que no había probado bocado en la fiesta.

Volvió a la habitación y le comentó a Juan lo que le había transmitido el doctor. Su esposo, imperturbable, tomó su teléfono celular y llamó a "Guadaña", su hombre de confianza, el tipo que le hacía el trabajo sucio.

"Guadañita, compadre. Pues resulta que estoy en una lista de espera y tu sabes que a mi no me gusta aguardar. El Doctor dice que estoy cuarto...Eso mismo Guadañita. Usted si que me entiende, no como la tarada de mi esposa"

La lista de espera, documento hiper confidencial, no tardó en llegar a manos de Juan Perez. Todos, dicen, tenemos un precio. No fue la excepción el responsable del departamento de donantes del Hospital de la Santísima Trinidad, que, curiosamente, se encuentra en viaje hacia bahamas.

El plan era simple. Había que limpiarle el camino a Juan. Allanarlo. A final de cuentas ¿a quien le gusta esperar?. El numero tres de la lista tuvo la gentileza de no aguantar en terapia intensiva, mientras esperaba un riñón, cediéndole así su lugar en la lista a Juan. El numero dos corrió la misma suerte. Ayudado por Guadaña que le desconectó el respirador. Con el numero uno la historia fue distinta.

Jesús Olivera era un niño de tan sólo 4 añitos. Su rostro angelical estaba en todos los medios del país. En el borde izquierdo del televisor mostraban los días que llevaba esperando un donante. Jesús, como el hombre de hojalata, necesitaba un corazón. La diferencia con OZ es que aquí no había magos y que el chico se estaba muriendo. Se hacían cadenas de oración, misas, campañas de concientización... Y aun así no aparecía un donante. Tanta gente con corazones tan grandes y con tan pocas ganas de compartirlo.

Juan Perez desafiaba al mismísimo Jesus. El señor de la heroína rompería todas las cadenas, incluidas las de oraciones, por hacerse de un corazón. Justo él. Un corazón para un desalmado.

A Guadaña no le tembló el pulso. Ni siquiera cuando Jesús levantó la cabeza al escuchar un ruido en su habitación, creyendo que entraba su madre con la medicación. La pared con dibujitos de Disney se tiño de rojo. Las quince mil cartas de apoyo que le habían mandado se llenaron de sangre. Su corazón, pequeño y frágil, dejó de latir.

Juan Perez era, oficialmente, el nuevo numero uno en la lista de emergencia nacional. El cerdo, para desgracia de su mujer, se había salido con la suya. Al menos eso creía.

Guadaña entró a su habitación y besuqueándole la frente, con gran tranquilidad, amablemente, le fajó treinta y cuatro puñaladas.

Su madre estaba segunda en la lista y a nadie le gusta esperar. ¿No?

Comentarios

  1. - A la flauta, pobre fiesta que tubo tan alocado final!!!!Un abrazo. Ade

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  2. Maravilloso. Espectacular. Electrizante hasta la última frase. Pablo: SOS UN GENIO!!!!

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  3. Que buen cuento !! Entretenido.
    La verdad, la primera mitad del relato me dió risa... Una fiesta muiy bizarra. De locos.
    La segunda mitad fue mezcla de curiosidad por saber como iba a resolver el problema, pena por lo de Jesús y sorpresa por el desenlace.
    Tenés cuentos que creo serían verdaderos guiones para películas.
    Saludos.

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  4. Con el comentario de Yok, te darás cuenta que no soy exagerada!!!!

    Besos!

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