Contra las cuerdas


Cada vez que subo pasa lo mismo.Antes de que empiece ya se como va a terminar todo.

Esto se ha ido transformando en una tediosa ceremonia. Una rutina.

Gente gritando. Bramando. Sedientos de sangre y violencia. Como en el Coliseo romano vivando a los gladiadores mientras estos se despedazan entre sí.

Yo no soy un gladiador. Esto no es Roma. Soy un don nadie en quien sabe donde.

No me inmuto. No mas. No reacciono. Hace mucho que he dejado de hacerlo.

El griterío se diluye y sólo escucho mi suave respiración. La imagen de la gente agolpada se distorsiona. Son solo manchas. Parte del decorado de esta obra patética.

Suena la campana y ahora sí, se desata el infierno.

La tranquilidad que me envolvía segundos atrás se disipa y le da lugar al descontrol mas absoluto. Me transformo en una bestia. Un animal salvaje impulsado por su instinto más básico de supervivencia y tan sediento de sangre y de violencia como la gente que me rodea.

Soy resultado de lo que me dio la vida y la muy puta no me ha dado nada. Mas bien me ha quitado. Se llevó a mis padres en un accidente cuando yo tenía 5 años y a mi único hermano hace unos meses. Mi padrastro abusó de mí y me golpeaba todas las noches. Nunca tuve amigos. Nunca tuve nada. Soy una colección de cicatrices. Un ser que sufrió tanto que ya no sabe sufrir más. Ya no siente mas. Ya no es capaz de sentir dolor. Mi cuerpo borró ese reflejo.

Por eso estoy acá arriba. Recibiendo golpes. Cientos. Bebiendo la sangre que brota de mi rostro y gozándolo. Derecha. Izquierda. Izquierda. Mas me pegan mas disfruto. En eso me he transformado. En un masoquista que prefiere calzarse los guantes que la ropa de cuero negro. Soy como la bolsa de arena con la que practico todos los dias. Siento lo mismo que siente la bolsa cada vez que la golpean. Nada.

No logrará tumbarme. La vida no lo ha hecho menos lo hará él. Aunque lo hayan apodado Leviatán. Sera cuestión de tiempo pero el tipo va a caer.

Y así sucede. Exhausto por la tremenda golpiza que me propinó y manteniendo con dificultad el equilibrio, bastó con un gancho para derrumbarlo. Mucho menos de lo que necesitó la vida para tumbarme.

La gente aulla eufórica como animales salvajes. Yo lejos estoy de compartir su algarabía. Me pierdo por el túnel vomitando sangre y escupiendo dientes. Como cada noche de mi infancia.

Comentarios

  1. Me gustó mucho este cuento. Y lamentablemente, creo que tiene poco de ficción y mucho de realidad.

    Besos!!!

    Tu fiel seguidora!

    ResponderEliminar
  2. Y yo no lo creo que no sienta nada.
    Muy al contrario. Siente tanto que no se lo permite, porque está cansado de sufrir.
    Y se disfraza de don nadie al que no le importa nada.
    Se proteje con ese caparazón de indiferencia, que todo le resbala.
    Y con la campana libera la bronca, la rabia que lleva dentro por tantas injusticias.
    Puede ser que no sienta alegría por la victoria conseguida, lo toma como un trabajo al que hay hacerlo bien.
    Reflejaste muy bien una realidad que existe mucho mas de lo que creemos, tal como lo dijo Alejandra.
    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Me parece buenísimo. Hay párrafos excelentes y una cadencia dolorosa que recorre el relato que te pone en los guantes de este boxeador.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares