La casa de los gatos

 
Todas las luces de la casa estaban encendidas. Como queriendo guiar a alguien. Como necesitando algo de luz en el alma entre tanta penumbra.
 
Su cuerpo desnudo y vencido en medio del baño era lo poco que quedaba de vida en una casa que se había hecho inmensa. Una casa llena de recuerdos. Llena de sueños rotos.
 
De sus ojos tristes fueron cayendo las lágrimas que llenaron la bañera.
 
Poco a poco los gatos, dueños de la casa, fueron acercándose a la puerta.
 
Sumergió su alma en el agua helada de su llanto y cerró los ojos por última vez.
 
Fue entonces que se acercó su madre para lavarle el pelo. Una vez más como cuando era niña. Como cuando jugaba en esa misma bañera con su hermano.
 
Sonrió y dejó caer un puñado de lágrimas más.
 
Los gatos curiosos lograron entrar en la casa atraídos por las voces de la familia.
 
La puerta del baño se abrió lentamente y apareció la tímida figura de Roberto con una toalla en la mano.
 
La abrió y envolvió a su hija en un abrazo eterno.
 
Dicen los vecinos que se escucharon gemidos esa noche.
 
La casa nunca estuvo tan llena de vida.
 

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