Marionetas


Cuando pasó frente a la inmensa y colorida vidriera de la juguetería, Francisco Diaz, padre de tres niños, divorciado y con cierta tendencia al alcoholismo, no pudo mas que quedarse parado con la boca abierta y los ojos perdidos e inyectados en sangre.

Todos y cada uno de los juguetes estaban fabricados en China y eso, para un miembro de una familia de artesanos de marionetas, generaba un desagradable sabor en la boca y el alma.

Francisco no tenía ningún problema personal con los chinos. Ni el mas leve atisbo de racismo. Simplemente le dolía en las manos, sus mas preciadas herramientas, que las cosas hubiesen perdido el encanto y la magia que aún conservaban sus queridas marionetas.

Criado con el inseparable perfume del aserrín, rodeado de maderas de todo tipo y color, pasó su infancia jugando en el taller de su padre que a su vez lo heredó de su padre y este de su padre. Sólo el que tiene la capacidad de crear, de dar vida y transformar, entiende la comunión que el artesano tiene con su obra.

Por eso la frustración y el enojo frente a aquella vidriera repleta de figuras de plástico importadas de China.

Colgando de sus manos astilladas, las marionetas que llevaba para vender en el centro, parecían también mirar con cierta tristeza a través del gran ventanal. Francisco, con los hombros caídos como marioneta sin hilo, pensó por un instante en sus hijos y recuperó la postura y el animo. Se acercaban las fiestas y las calles estaban repletas de gente ávida por comprar algún regalo para sus seres queridos.

Así fue como Francisco, estoico, y soportando un sol que le partía la cabeza pero no el alma, se sentó en una esquina a darle vida a sus creaciones.

Con una destreza que solo puede ser fruto de la herencia y de haber mamado,no solo vino, sino el metier del titiritero, las manos de Francisco iniciaron un baile frenético pero lleno de una armonía contagiosa. Los hilos se cruzaban y pasaban de un lado a otro con movimientos precisos mientras la marioneta trataba de no perder el paso.

La gente pasaba de largo. Con la prisa y el apuro de siempre y sin saber todavía a ciencia cierta los motivos de la urgencia.

Todo rápido. Todo ya.

Francisco puede pasar semanas hasta terminar una marioneta. Mattel fabrica cuatro mil de Barbies, en su planta en Shangai, en tan solo un par de horas.

Mientras miraba el desinterés con el que la gente pasaba por delante de sus obras y , cansado de no poder seguirle el ritmo al mundo, se bajó.

Las marionetas aun agitadas por la danza de su titiritero, yacían ahora amontonadas e inmóviles, unas sobre otras, en la vereda de la calle Florida.

Francisco, por su parte, también inerte, colgaba, irónicamente como sus marionetas, pero no de una cruz de madera sino de un árbol.

Comentarios

  1. Hacía tiempo que no entraba a ver que escribías...
    y me encuentro con la agradable sorpresa que tus cuentos siguen tan geniales como siempre!!!

    Saludotes!!!

    Alejandra

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  2. Alejandra...siempre un gusto tenerla por estos pagos

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