Try walking in my shoes


El Séptimo día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese día de todo lo que había hecho. Bendijo Dios el Séptimo día y lo hizo santo, porque ese día descansó de sus trabajos después de toda esta creación que había hecho

y pasaron los siglos...y recién entonces Dios entendió que alguna cagada se había mandado.

Revisó sus apuntes. Buscó en sus cajones la arcilla con la que había trabajado. Controló que el problema no hubiese sido el "aliento de vida" con el que los había transformado en seres vivientes. Pasó horas rehaciendo cálculos y aún así no logró dar con una respuesta.

¿Donde me equivoqué? y ¿como mierda Yo puedo equivocarme?

Dios no encontró nada. Ni él ni sus asistentes. Ni un sólo error en todo el proceso. Decidió convocar a una reunión de urgencia con todo su equipo para buscar una salida políticamente correcta a este escandaloso affaire.

Finalizado el acalorado encuentro, Dios y su gente, llegaron a la conclusión que la culpa era del hombre y que por ello habría de pagar.

Justo pero severo habría de ser el castigo para enderezar y corregir los desaciertos de la raza humana. Porque si a Dios lo conocen por algo, es por su carácter de mierda cuando está caliente.

Así fue entonces que el lunes, bien temprano, tipo seis de la mañana, comenzó el "operativo enmienda". Convencido de que sólo con el ejemplo el hombre aprende puso en marcha su versión 2.0 de la humanidad.

Tomó a la figura de arcilla entre sus manos y le rompió las piernas.

Uno a uno, los siete mil millones de habitantes de la tierra, niños incluidos, se desplomaron y cayeron como si les hubiesen movido el piso. La peor parte la llevaron los que estaban manejando y los que estaban cruzando la calle. Dios entendió que había que dar un "golpe de efecto" para que el programa tuviera mejor acogida. Sacrificar a un puñado por el bien de millones entraba en lo que el grupo de asesores considera variables aleatorias.

Los habitantes del continente americano se "desayunaron" la noticia con una diferencia directamente vinculada al huso horario de la ciudad de turno.

En Recife, Brasíl, Alberto Da Silva, alías Triguinho, fue uno de los primeros habitantes del continente en padecer la ira del plan maestro de Dios. Cuando se despertó bien temprano y antes de la salida del sol, como todas las mañanas, para salir a pescar, percibió que algo no andaba bien con sus piernas. No tenían fuerza. No podía siquiera moverlas. Aterrado Triguinho sacudió con vehemencia a su mujer, María Aparecida, alías nené, quien dormía plácidamente a su lado. Después de insultar a su marido durante unos minutos ella también entró en pánico al darse cuenta que sus piernas, entumecidas, tampoco respondían a sus ordenes.

Dios nos quería dar una lección de tolerancia y entendió que transformar a la humanidad toda en un ejercito de discapacitados era un excelente primer paso. Primer paso...que hijo de puta este tipo...

Nos arrastramos todos como serpientes durante días y, de a poco, comenzamos a entender las dificultades por las que pasan las personas que tienen a la silla de ruedas como extensión de su cuerpo. Las tareas mas sencillas como ir al baño, cocinar o vestirse, se transformaban en desafíos titánicos. Por supuesto que el mundo se paralizó, literalmente.

Los únicos que parecían disfrutar de este "milagro" eran las personas que ya estaban postradas en sus sillas de ruedas con anterioridad. Resultaba sencillo diferenciar a los nuevos discapacitados de los viejos. La felicidad, a unos, les brotaba por los poros.

Los precios de las sillas de ruedas se fueron a las nubes y las fábricas no daban abasto. Las ciudades debieron, finalmente, adaptarse a una nueva situación. Se crearon millones de rampas y construyeron millones de instalaciones funcionales a las necesidades de una población paralizada.

Dios estaba contento. Había logrado que todos fueran parte de lo mismo. Había forjado una auténtica comunión entre los hombres.

Pero cuando el hombre finalmente había reconstruido las bases de una sociedad mas solidaria, Dios y su afamada ironía, volvieron a hacer de las suyas.

Esta vez tomó a la figura de arcilla y, en su incansable lucha por la tolerancia, le arrancó el pene.

A las seis de la mañana, hora de Sidney, y en cadena nacional,en todas las radios del planeta se pudo escuchar "Go West" de los Pet Shop Boys.

Dios había transformado al mundo en una disco gay. Había abierto el armario mas grande del mundo...

El abanico del universo homosexual es tan amplio como colorido. Hay putos y putos. Están las locas y están las mas recatadas, las machonas y las mariconas.

El mundo se había transformado en una masiva marcha del orgullo gay. Se habían derrumbado las barreras del prejuicio y la intolerancia. Las calles parecían pasarelas donde desfilaban hordas de un ejercito de brillo y glamour. Los colores del arcoiris empapelaban las ciudades y pueblos de todo el globo. Los oficinistas vestían de rojo furioso y amarillo chillón. No había lugar para tonos grises. Ni en la ropa ni en el alma.

Para esta parte del operativo enmienda, Dios decidió que fuera Wellington, la capital de Nueva Zelanda, la primera ficha de dominó de esta interminable fila.
Resultó,por lo menos gracioso, ver como los maorí practicaban el haka con un derroche de masculinidad y hombría y, dos minutos mas tarde, realizaban una coreografía impecable de "I will survive" de Gloria Gaynor.

Las imágenes se iban transmitiendo en todos los noticieros del mundo.Llegaban noticias desde Tokio, Shangai, Sidney. Se hablaba de la marea rosa. Una inmensa ola que iba, cual sunami, inundando todo lo que tenía a su paso. En el continente americano, los grupos mas conservadores se manifestaban en contra de este flagelo, izando las banderas de la familia tradicional. Encendían velas y oraban en multitudinarios encuentros, mirando al cielo y exigiéndole a Dios una respuesta.

Dios se las dio.

Luego de convertir a Europa en un continente mas gay de lo que ya era, le llegó el turno al continente americano.

Nuevamente, por ubicación geográfica, Recife fue de las primeras en salir del armario. Nuevamente fue Alberto Da Silva, alías Triguinho, de los primeros en saborear este nuevo capricho del creador. Se despertó por los ronquidos de su mujer María Aparecida, alías Nené, y sintió un profundo desagrado por compartir la cama con ella. Hacía rato que Nené no le movía un pelo pero lo de esta mañana era distinto. Triguinho salió lentamente de la cama, se llevó las cremas que nené tenía en su mesita de luz y corrió hacia el puerto, a gritarle a los cuatros vientos a Roberto Dos Santos, alías Zé Pequeno, todo lo que por el sentía cada vez que iban a pescar juntos y a compartir los hermosos atardeceres en Recife. Como un surubí, Triginho ansiaba caer en las redes de Zé pequeño.

Por millones se fueron multiplicando los amores entre personas de mismo sexo. La gente comenzó a desprenderse de sus prejuicios y entender que lo realmente importante era la construcción de un vinculo y no con quien compartirlo. Nunca más hubo marchas del orgullo gay porque la humanidad toda estaba orgullosa.

Dios, rápido de reflejos, y a ante la sugerencia del ala mas conservadora de su grupo de asesores, decidió retocar su plan. Ellos le habían comentado en una reunión que se habían propagado en ciertas ciudades de la tierra comportamientos que podían encuadrarse en el marco de uno de los mas controvertidos pecados capitales, la lujuria. Esto habría generado una serie de rumores que incluso sugerían la renuncia del mismísimo Dios.

No era cuestión tampoco que la humanidad le agarrara tanto el gusto al pecado.

Presionado por su gente Dios tomó la figura de arcilla y, con una precisión artesanal, la fue pintando de negro.

Tras la experiencia minusválida y la odisea gay, la humanidad se vería inmersa en otra de las ocurrencias de su cínico creador. Las cosas se estaban pasando de castaño oscuro.

Se ponía en marcha la tercera fase del plan. Dios daba inicio al "operativo eclipse" para pintar a toda la humanidad de negro.

Quiso el todo poderoso que la blanca piel de los pobladores del estado de Arizona fuera la primera en vestirse de negro. Fue así como Mat Rivers casi sufre un infarto al verse en el espejo en esa infernal mañana de julio. Su fantasmagórico rostro se había transformado en una de esas caricaturas grotescas con las que parodiaban al hombre negro norte americano hasta el año que lo dejaron sentarse en el mismo asiento en el bus.

Peor la pasó el Sr Taylor y aún peor su señora. Ni bien abrió sus entonces ojos azules y vió que a su lado dormía una señora de color, saltó de su cama, abrió uno de sus cajones y sacó su arma. La Sra de Taylor (ahora ex señora de Taylor) no pudo decir nada. Dormía plácidamente y lo seguirá haciendo para siempre, pero ahora con seis balas alojadas en todo su cuerpo.

Escenas similares se registraron en varias ciudades del mundo. No en todas claro. Algunos países contaban con una población en su gran mayoría negra y , por ello, los planes de Dios pasaron casi desapercibidos.

Los émulos de Michael Jackson desistieron a los pocos días al ver que los tratamientos para recuperar el blanco de su piel no funcionaban. Fueron, lentamente, aceptando que alguna ropa ya no les combinaría y que el pelo se transformaría en su nuevo calvario.

Se aquietaron las aguas. Cesaron los incidentes de alcoba. Mejoraron las performances sexuales. La NBA seguía siendo la NBA y la carrera de 100 metros llanos seguía siendo la carrera de cien metros llanos.

La humanidad se fue acomodando, nuevamente, a este capricho de Dios.

Dios, sin embargo, tenía, nuevamente, otros planes.

Así fue como, de un plumazo, la humanidad pasó de ser judía a ser musulmana, de católica a protestante, de asiática a indigena, de nazi a hippie, de obesa a anoréxica.

Dios jugó con nosotros como con esas muñecas que los niños visten y pintan a placer. Nos vistió con millones de prendas, nos desnudó, nos pintó con todos los colores que el mismo había creado... y un día, se aburrió.

Cansado de la intolerancia de la gente que él mismo había creado y ante la evidente falta de compasión de la humanidad para con su prójimo decidió empezar otra vez de cero.

Tomó a su ahora multicolor hombre de arcilla entre sus manos y lo hizo polvo.

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