Manchas


Desde que tengo memoria llevo la sensación palpable de su presencia. Desde chico. Desde siempre.

Una sombra que se pasea cerca mio. No mi sombra. No el dibujo negro de mi silueta en el piso o la pared. Otra sombra. Una mancha. Una imagen que no necesita de la luz para hacerse presente, para ser, para existir.

Al principio solía confundirlas. Porqué al igual que mi sombra, la mancha siempre estaba cerca. No como una extensión de mi cuerpo, como la sombra, pero si siempre cerca. Merodeando.

Su presencia me incomodaba. Por momentos me aterraba. Particularmente de noche. Aún sumido en la mas negra oscuridad podía verla y sentirla. Se me erizaban los vellos del brazo.

Una mañana le conté a mi madre acerca de la mancha. Una hora mas tarde me estaba revisando el oculista. Nada. Mis ojos no eran el problema. La mancha no estaba en mis retinas.

Con el correr del tiempo aprendí a convivir con ella. A tenerla siempre a un guiño de distancia.

Mutaba. Cambiaba de forma y tamaño. Pero no me dejaba. Nunca.

Llegué a creer que la mancha era una alucinación. Una construcción mental. Algo que tenía dentro de la cabeza.

Busqué dentro de un frasco de pastillas las respuestas que no encontraba pero no estaban allí dentro.

La respuesta, como todas las respuestas, llegó con mi último suspiro.

Noté que ,al mismo tiempo que mi salud se deterioraba, la mancha se hacía mas grande, mas fría y mas oscura.

Esa mañana la mancha había teñido mi cuarto de negro. Cada rincón.

La mancha se hizo cortina y luego se derritió en el piso para subirse a la cama en la que yacía.

Nos fundimos en un ultimo abrazo y nos convertimos, para siempre, en uno.

Comentarios

  1. Es interesante...creo que a muchos luego de determinada edad, aveces hasta muy temprana vivimos con la idea de la muerte como algo que está muy presente, aveces creo que es una ventaja para ciertas cosas pero obviamente que no deja de ser angustiante...me gustó.

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