EL REGRESO
 

Al atravesar los anillos de Saturno supe que estábamos cerca de casa.

Finalmente. 

Mucho tiempo después de aquella noche en la que me arrancaron de la Tierra. Perdí absolutamente noción de cuantos años pasaron desde entonces. El tiempo, en el espacio, transcurre de otra manera. Los viajes parecen interminables y la oscuridad infinita.

Una sensación de angustia y tristeza nubla, repentinamente, mi cabeza. Un enjambre de pensamientos desoladores.

Nada de lo que tuve que dejar puede seguir en pie. Ninguna de las personas que conocí puede seguir con vida. Todo lo que supo ser no es más. 

Un primer indicio de que las cosas habían cambiado fue pasar por Marte y percibir las luces de lo que, claramente, eran ciudades. El hombre había, finalmente, logrado colonizar el planeta rojo.

Cuándo dejé la Tierra la posibilidad de semejante hazaña era una mera fantasía de ciencia ficción. El viaje a Marte era un proyecto delirante de un tal Musk. Parece que el tiempo le dio la razón.

Mayúscula sorpresa me llevé al pasar al lado de la luna y ver una publicidad gigante de Coca Cola en su superficie. Sin dudas las cosas habían cambiado. 

"Estamos llegando" me comunicó telepáticamente uno de mis captores. Una lágrima recorrió mi mejilla del mismo modo que la nave había recorrido el universo. 

¿Porqué? ¿Para que volvimos? pregunto sin abrir la boca y mirando fijamente sus enormes e inexpresivos ojos negros.

"Te necesitamos aquí y ahora" me respondió. "Te están esperando" 

Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis. 

            

  

    

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